Las tardes

El cemento arde en la población mientras el sol campea arrogante por sobre la tarde sin viento.
Las calles y los pasajes están vacíos, un perro flojea a la sombra de un arbusto de la plazita de tierra, la calma es solo perturbada por el estruendoso zumbido de las esporadicas micros que pasan de tanto en tanto y el rumor apagado de los televisores de las casas donde el doblaje de alguna teleserie brazileña acompaña el planchado después de almuerzo, el vaso de jugo con hielo, el cigarrillo áspero de la loza seca.

El asfalto se resquebraja, sin embargo, ni todos los cementos grises ni todos los arboles amarillentos pueden impedir que por la vereda se recorte la silueta sincera de una niña de siete años, vestida toda de rosado que va a saltos hacia la esquina apretando una moneda entre sus manos sudorosas... Esa tarde no hay mas que alegría a cada salto, ante sus ojos la heladera que zumba afuera del almacén del barrio se hace cada vez mas grande, sagrario multicolor donde un cubo de piña la está esperando. "Quizás desde cuando" piensa ella mientras con una sonrisa gigantesca le pasa la moneda al dependiente.

Con sus dientes de leche y sus ojitos cerrados rompe la bolsa y prueba el dulzón jugo congelado, no se equivoca.

Sopla una brisa.

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