La Biblioteca de San Mate

La biblioteca de San Mate está llena de libros con sus hojas en blanco, los que ordenados en largos estantes esperan a aquellos que los requieran y, días, semanas o años mas tarde los devuelvan con las hojas arrugadas y en el lomo gastado escrito el titulo y la firma del autor.
Así se llena el otro anaquel, el de los libros manuscritos en cuyo interior viven para siempre los amores más tristes, los poemas de cosas ya pasadas, llenos de anotaciones o citas, la sincera memoria cristalizada en el estante anónimo de la biblioteca de San Mate.

San Mate, pueblo o ciudad decida usted, rodeado sempiternamente por las nieblas del olvido, acurruca en los estantes de su tibia biblioteca las llamas de una magia mas antigua incluso que los fantasmas y diablos que viven en las colinas. De alguna forma sutil persiste la certeza de que la libertad existe en la medida de nuestros sueños, y que ese fuego calmo que solo requiere amor, es capaz de tenernos en pie cuando las heladas de la pena se dejan caer en nuestras noches mas frías, invitándonos a morir.

Saben en San Mate sobre desnudez; estamos desnudos, todo lo que brota ha de secarse algún día hasta volverse polvo, entonces el recuerdo de aquel milagro es lo monumento final a nuestras epopeyas mas intimas, el eco que canta por sobre la música del tiempo sin tiempo.

Esta costumbre de San Mate es fruto de la sensación mas subterránea de los hombres y mujeres del pueblo, que intuye su existir sutil en los terrenos de lo imaginario.
Es que San Mate sabe que hay mas verdad en sus calles increíbles que en la niebla gris del olvido que se abre infinita o desconocida donde terminan sus limites.
Algunos en San Mate creen que en algún lugar mas allá de la niebla su existencia es solo advertida por las líneas de un libro, otros creen que San Mate es una viruta encendida de asombro infantil a la orilla de alguna fogata distante donde una vieja madre cuenta historias a sus hijos para amenizar las noches de un tiempo lejano en la memoria de mamuts, cavernas y praderas inmensas.

San Mate sabe. Sabe porque se imagina de vuelta y así comprende que sus calles tangibles son tan reales como su magia, y que todas esas intuiciones que ven sobre si mismos en sueños indescifrables también existen en alguna otra parte con otras formas, colores y tiempos largos... todo lo que se imaginan ya existe como islas de la memoria a la deriva por sobre el océano del sueño.

No así la niebla gris que todo lo rodea, es esa contradicción metafísica lo que sostiene los cimientos de San Mate, porque en la niebla no hay nada, la niebla existe rodeando San Mate, engullendo discretamente a quien ya nada sueña, despojándolo, destrozándolo, olvidándolo... San Mate existe mientras que en la niebla del olvido no hay nada.

A San Mate no le importa la niebla que baja por la noche porque en cada casa se sueña un nuevo sol, que todos los días sube por las colinas, dando de nuevo forma a los campos, a las calles y a su plaza, donde los ancianos calientan sus huesos por las mañanas y en silencio se pasan el día reflexionando sobre como la luz de cada nuevo día pareciera tener un brillo distinto.

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