Carta Al Rey Melchor.



Albert Pla es bacán.

El peor analfabeto es el analfabeto político

El peor analfabeto es el analfabeto político No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio del poroto, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.

Bertolt Brecht.

Se viene la rutina

De tratar de despertar.

Y si resulta, sentir el aroma de Santiago por la mañana.

Mojarse la cara, lavarse los dientes.

Escuchar las noticias por la radio.

Y preparar café.

Mientras se filtra, prender el calefont y la ducha.

Buscar una toalla, tomarse el café.

Entre sorbo y sorbo, tocar la trompeta.

Después vestirse.

Y volver a hacer ruido.

Tomar lo que queda de café en el jarro, pensar en hacerse un pan.

Nunca queda pan.

Aburrirse de las noticias y poner un cd.

Para darse vueltas buscando las llaves.

Y el cuaderno.

Y algún lápiz.

Y el encendedor, los cigarros, el pendrive, los audífonos, la plata, las llaves, los lentes de sol, mojarse el pelo, entonces buscar la billetera, y luego la plata y las tarjetas y de nuevo las llaves.

Así hasta estar lo suficientemente atrasado... Es a propósito.

Y entonces salir prendiendo un cigarro.

Haciendo malabares, entre el encendedor, el pendrive, el cuaderno y las llaves.

Bajar por el ascensor.

Saludar al conserje antes de otro (el mismo de todos los días) chiste sobre la trompeta.

Caminar al metro.

Bajar a la estación, subirse al primer carro, sentarse en alguna parte.

Escuchar música.

Mirar por la ventana.

Esperar el otoño.

Se viene la rutina.

De tratar de despertar.

Y si resulta, sentir el aroma de Santiago por la mañana.

Mojarse la cara y lavarse los dientes.

Escuchar las noticias por la radio.

Preparar café.

Mientras se filtra, prender el calefón y la ducha.

Buscar una toalla, tomarse el café.

Entre sorbo y sorbo, meterle bulla a los vecinos con la trompeta.

Y después vestirse.

Para meter bulla de nuevo.

Tomar lo que queda de café en el jarro, pensar en hacerse un pan.

Y nunca queda pan.

Aburrirse de las noticias y poner un cd.

Para darse vueltas buscando las llaves.

Y el cuaderno.

Y algún lápiz.

Y el encendedor, los cigarros, el pendrive, los audífonos, la plata, las llaves, los lentes de sol, y mojarse el pelo y entonces buscar la billetera, luego la plata, las tarjetas y las llaves de nuevo.

Así hasta estar lo suficientemente atrasado... Es a propósito.

Y entonces salir prendiendo un cigarro.

Haciendo malabares entre el encendedor, el pendrive, el cuaderno y las llaves.

Bajar por el ascensor, escapar del conserje antes de otro (el mismo de todos los días) chiste sobre la trompeta.

Y caminar al metro, las gomitas de fruta en el carrito de la esquina son opcionales.

Bajar a la estación, subir al primer carro, sentarse en alguna parte.

Escuchar música.

Mirar por la ventana.

Esperar el otoño.