Merienda Nocturna

Atravesar el pasillo que lleva a la cocina siempre es un peligro considerable, sobre todo cuando corres el riesgo de desaparecer. Al menos, claro, en esta casa... Pero esa historia es mas larga, casi tan larga como la de las botas que llevo puestas.

El punto es que ya me levanté, y mientras les hablo voy caminando a tientas por el frio piso del pasillo metálico, solo guiado por el retumbar de mis pisadas contra las murallas. Mis manos van contando los pernos que separan mi habitación de la cocina, van cuarenta y siete, cuarenta y ocho, ahora tan solo tengo que llegar al cruce y dar vuelta a la izquierda esperando (y de verdad espero que sea así) no encontrarme con nadie, las conversaciones con los otros pisos son cada vez mas escasas y sabemos que hubo un brote de locura en el dieciocho... asi como están las cosas es mejor no encontrarse con nadie.

O con nada.

Cuarenta y nueve, cincuenta, camino doce pasos mas, mis manos tocan el aire y, tal como decia el mapa, finalmente he llegado al cruce 202.

Miro hacia la puerta derecha y puedo leer "cocina", apenas iluminado por un tenue brillo que llega desde el norte, zumbando casi impercetiblemente.

Un tenue brillo.

El descubrimiento de la cocina me llena de un sinsabor indescriptible mientras veo a mi izquierda la escotilla de entrada y a mis espaldas el camino hasta la habitación.

Pienso rápido, el brillo acercandose va volviendolo todo mas blanco e inmaterial, no me deja mas de una milesima de segundo: "Que mierda" exclamo mientras me meto a la cocina y con mi mano sello la entrada justo un instante antes de que esa maquina maldita pueda lanzar sobre mi su luz blanquecina.

Respiro agitadamente una y otra vez, mirandome las manos y las piernas, asegurandome que todo este donde mismo. Sobre una mesa veo fruta fresca, tiritando aun tomo una manzana y la muerdo mientras el sonido escalofriante del hijo de puta me susurra como una aspiradora diabólica al otro lado de la puerta.

Se va a quedar ahí, se va a quedar ahí por siglos si es necesario, se va a quedar ahi y va a atraparme apenas salga... Solo me queda vivir encerrado en la cocina hasta que ese maldito aparato luminoso encuentre otra cosa que desaparecer, un nuevo objetivo en su programación milenaria de alguna guerra olvidada que desconozco, y que no me importa en lo absoluto.

Le doy otra masticada nerviosa a la manzana, quizás nunca pase, quizás en unos años mas unos exploradores encuentren mi esqueleto en la cocina y digan "pobre bastardo, cuantos años habrá pasado a solas con su mano", mierda.

Quizás algun dia una mujer también encuentre el mapa de la cocina y quede atrapada acá, espero que eso ocurra eventualmente, o de lo contrario quizás termine lanzandome a las fauces del aparato de pura desesperación, quien sabe... quizás esa máquina inmunda esta vieja y eventualmente acabará descomponiendose, quizás.

O quizás no... Poco queda que hacer ya, estoy encerrado en este almacen inmenso, a solas contigo, que espero me puedas estar leyendo en alguna parte del espacio-tiempo.

Hay comida, bebida, y creo que vi hojas de tabaco en la despensa, mientras las busco y ya que tengo todo el tiempo libre del mundo... ¿Te conté la historia de las botas que llevo puestas?.

1 comentarios:

Camila dijo...

Es increible que ya nadie postee.
y me joden tus cuentos, que son tan lindos y me gustan, y merecen algo mas que una vitrina en un blog de mierda de internet.
si, si, ya llegaremos a un lugar feliz